El famoso Templo del Sol en Cusco, también conocido como Qorikancha, fue el centro religioso y cultural más importante del Imperio Inca. Para el año 1438 había alcanzado su máximo esplendor, convirtiéndose en el “Ombligo del Mundo” dentro de la cosmovisión andina. Este lugar sagrado representaba la síntesis perfecta de organización, arquitectura y religión inca.
Según la tradición, el primer templo fue construido por Manko Qhapaq, el Inca fundador. Más tarde, el emperador Pachacútec amplió y modernizó el complejo, transformándolo en el santuario religioso más majestuoso de la civilización Inca. Aunque su nombre original es discutido —algunos cronistas lo llamaron Intiwasi o Intikancha—, el más reconocido hoy es Qorikancha, que significa “Palacio Dorado”.
El templo fue construido con piedras andesitas procedentes de Waqoto y Rumiqolqa. Sus muros, ligeramente inclinados hacia adentro y con nichos trapezoidales, fueron diseñados para resistir terremotos. Las piedras estaban unidas con grapas de bronce, lo que convirtió a Qorikancha en una de las estructuras más resistentes de su tiempo, capaz de soportar los sismos de 1650 y 1950.
El techo era de madera y ichu (paja andina), con aleros que protegían las paredes de la lluvia. Durante las ceremonias, el templo se adornaba con decoraciones de oro y alfombras de plumas multicolores, que brillaban intensamente bajo la luz solar.
Tras la conquista española, el templo fue entregado a la Orden de los Dominicos, quienes construyeron sobre él el Convento de Santo Domingo. Los terremotos posteriores dejaron al descubierto los muros incas originales, que hoy siguen impresionando a todos los visitantes.
El barrio de San Blas es uno de los distritos más icónicos de Cusco, conocido como el “Barrio de los Artesanos” por sus talleres y estrechas calles empedradas. En tiempos incas se llamaba T’oqokachi (“Hueco de Sal”) y era habitado por familias nobles.
La Iglesia de San Blas fue probablemente construida hacia 1544, sobre un antiguo santuario inca dedicado a Illapa, el dios del trueno y la lluvia. Su estructura inicial, de adobe, fue reconstruida en piedra tras los terremotos de 1650 y 1950.
En su interior se encuentra su mayor tesoro: el Púlpito de San Blas, tallado en un solo bloque de cedro. Considerado una de las mejores obras del arte colonial en América, muestra una influencia barroca fusionada con la tradición andina.
La autoría del púlpito sigue siendo un misterio. Algunos lo atribuyen al artista quechua Juan Tomás Tuyro Túpac, otros a Martín de Torres o Diego Martínez de Oviedo. Sin embargo, la tradición popular sostiene que fue realizado por un carpintero curado milagrosamente por la Virgen María, cuyo cráneo estaría enterrado bajo el púlpito.
Las tallas representan santos, apóstoles y escenas bíblicas con gran detalle, convirtiéndolo en una joya del arte religioso peruano y en una visita obligada en Cusco.
Visitar el Qorikancha y la Iglesia de San Blas permite conocer a fondo la fusión entre la espiritualidad inca y la historia colonial. Ambos sitios son símbolos de la riqueza cultural de Cusco y paradas imprescindibles para quienes desean comprender su legado único.
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